Te vi marchar, de Robert Richardson

De entrada, ha sido una lectura que me ha atrapado, sin más. Una lectura de dos horas continuas y una larga lista de notas para ir más allá poco a poco. Todo suma en este libro: el propio texto, la edición limpia, el diseño, la organización del contenido, la traducción…

En esta obra, Richardson argumenta con la ayuda de Ralph Waldo Emerson, Henry David Thoreau y William James que la muerte de personas queridas es una prueba en la que tirar de resiliencia para avanzar y superar (hacer parte de la vida, minimizar…) el dolor.

Me ha parecido entender que, en realidad, el autor va un poco más lejos y presenta la muerte (apoyándose en los ejemplos de Emerson, Thoreau y James, y usándolos a su favor) como una puerta para abrirse a las novedades que aparecerán tras la marcha de esa persona: el nacimiento de «un algo», ya sea una forma de pensar para afrontar el dolor o para entenderlo, la creación de una obra, de un proyecto (positivo a ser posible) por hablar en genérico. La necesidad de introducir novedades en la vida que ayuden a minimizar la aflicción.

Por mucho que lo intentemos, todos sabemos que seguir con la vida como si nada no es solución. Al final, ya pasen tres días o diez años, necesitamos hacer un cambio, por pequeño que sea, que nos permita acomodarnos en la vida después de esa persona.

Atesorar las experiencias positivas que nos aportó y convertirlas en «algo» que nos abra camino, que limpie las hierbas secas y obstaculizantes que hemos dejado crecer por la falta de energía, ganas, fuerza… Por la falta de esa persona.

Nada más puedo (o quiero) añadir. Es una lectura fácil y cómoda que esconde mucha tela que cortar en privado o en común, pero con trabajo posterior a la lectura.

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