Ana que fue pop, de Rafa Luján

Como si el presente fuera el narrador del pasado, Ana que fue pop abre una puerta hoy al ayer ochentero de una sociedad que día a día iba curtiéndose, a golpe de dolor. A golpes dolorosos e invisibles.

Ana es una mujer joven y soñadora que madura drásticamente en una noche que prometía ser una más entre sus amigas. Esa noche marca el principio de unos sueños rotos —los suyos— y el inicio de una vida completamente nueva. Estamos en 1989.

Uriel es un hombre joven, fotógrafo y pragmático que se sorprende inmerso en una historia que no puede dejar sin esclarecer porque, sin ser consciente de la importancia de una sola fotografía, contrae una deuda que lo lleva a recorrer un camino lleno de mentiras. Estamos en 2019.

Dos personas cuyas historias se cruzan para llevar de la mano al lector en un viaje cargado de nostalgia y emociones (al menos para quienes vivimos el estreno del videoclip de Like a prayer comotodo un acontecimiento social, aunque todavía éramos demasiado jóvenes para saberlo), con toques intensos de intriga… y, ¡atención!: puede contener trazas de mala leche creciente porque esta ficción fue realidad en aquellos ochenta.

La narración de Luján es rápida, viva, cargada de intensidad, pero no de la intensidad pesada, sino de enérgica. Los capítulos 35 y 38 (para mí) rebosan tensión, rabia, impotencia, soledad, abandono… Y no es solo lo que se puede percibir en los personajes, sino que es lo que consigue trasladar al lector que se ha olvidado de todo su entorno y solo vive en Ana que fue pop durante unas páginas más.

Los personajes de esta historia no necesitan grandes descripciones físicas, porque la construcción en sí ya define con brillantez la naturaleza del individuo. Van más allá de la apariencia física. En realidad, ahora, unas semanas después de haber leído la novela, no recuerdo sus características físicas, recuerdo su historia: la de Ana, viviendo en una sociedad que aprendía a ser adulta y que sigue aprendiendo y hoy se pronuncia en Uriel, en las redes sociales, en los teléfonos inteligentes. ¿El mismo perro con distinto collar?

Como me ha pasado con alguna que otra novela, esta la veo en el cine; pero solo veo un personaje con actriz indiscutible: Rosa debería ser Alicia Borrachero. ¿Y quién es Rosa?, te preguntarás. Para saberlo hay que leerse el libro. Para mí, Rosa es un personaje que desde las sombras ilumina la trama con su fuerza, es la clave para comprender las verdades más profundas de la novela.

La música es el fino y tenue hilo que va suavizando la historia. Música que representa amor, conflicto y hasta tradición entre líneas, palabras y gestos. Que permite al lector ambientar cada escena. Que hace más visibles todavía las emociones de los personajes (y de los lectores). Música que es sonata de una generación. Música que crea y destruye sinfonías que son vida.

Ana que fue pop es más que una novela; es un retrato íntimo y social que invita al lector a reflexionar sobre las cicatrices del pasado y cómo siguen abiertas en el presente. Rafa Luján logra que cada página sea una mirada al espejo de nuestra propia historia.

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