Biblioteca pública, de Ali Smith

La autora de Cuarteto estacional (Otoño, Invierno, Primavera y Verano), Chica conoce chico, La historia universal y otros tantos títulos (muchos de ellos los encontramos publicados por Nørdicalibros, cambia de registro en Biblioteca pública, un libro de relatos cortos en los que deberíamos encontrar un nexo: las bibliotecas públicas, pero que no siempre es fácil en cada relato.

No pierde su esencia narrativa y, a la vez, es otra escritora, una que cuenta en menos palabras, casi podría parecer que con más prisa, pero no, no hay prisa. Lo que hay es un lugar al que ir a perderse del ruido de la vida. Un libro al que ir a descansar.

Lo que cuenta de las bibliotecas públicas lo encuentras entre sus palabras. No voy a negar que, a veces, se me ha atascado un poco la lectura y me ha costado volver a coger algún relato. Así es la vida, no todo lo que nos toca queremos vivirlo. La ventaja del libro es que puedes posponerlo hasta que estés lista, o simplemente saltarlo.

Mujeres, palabras, libros son el alma de Biblioteca pública.

El estilo narrativo de Ali Smith en Biblioteca pública es tan versátil como sus personajes. Juega con los silencios, las pausas y los fragmentos, dejando espacio al lector para completar significados. Hay en sus relatos una cadencia que imita el fluir del pensamiento, con saltos de ideas y asociaciones libres que parecen espontáneas, pero que están meticulosamente construidas. Smith desafía la linealidad clásica del cuento breve, incorporando digresiones, diálogos que rozan lo filosófico y detalles cotidianos que se cargan de simbolismo.

La autora también maneja un tono íntimo y, a la vez, crítico, sin caer en lo panfletario. En Biblioteca pública, el uso de voces diversas y narradores poco convencionales amplía el abanico de perspectivas. A veces, la historia se descompone en fragmentos que parecen autónomos, pero que se conectan en un nivel más sutil, casi emocional. Esta estructura abierta permite que el lector se mueva con libertad entre los relatos, tal como uno deambula entre las estanterías de una biblioteca.

Smith no teme al minimalismo narrativo: en ocasiones, una sola línea carga con un significado profundo, mientras que en otras se permite el juego lingüístico y la ironía. Así, logra que las bibliotecas en el libro no sean solo espacios físicos, sino también metáforas de la memoria, la firmeza cultural y la necesidad humana de contar y escuchar historias.

Te puede interesar:
La biblioteca de la medianoche, de Matt Haig
La biblioteca de los libros rechazados, de David Foenkinos
La sombra de El comensal, de Gabriela Ybarra