Toda buena historia late al ritmo de un conflicto. Sin él, no hay tensión, ni viaje, ni transformación de los personajes. Desde las luchas épicas entre héroes y villanos hasta los combates íntimos contra uno mismo, el conflicto es el motor de la narrativa. Nos atrae porque refleja nuestras propias batallas: el miedo, el amor, la justicia, la identidad. Y funciona cuando está bien dosificado: demasiado poco aburre, demasiado satura. Al final, lo que importa no es solo cómo se resuelve, sino cómo cambia a quienes lo viven.
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El valor de releer: descubrir un libro por segunda vez
Releer no es repetir: es entrar en un mismo libro con otros ojos. Para muchos, la relectura revela matices invisibles en la primera lectura y convierte a los clásicos en espejos que cambian con cada etapa vital. Pero también hay quienes no disfrutan de volver atrás, porque sienten que la magia se disuelve al repetirse. Yo misma confieso que no soy de releer: prefiero avanzar hacia lo desconocido, aunque reconozca el valor de quienes encuentran en la segunda lectura nuevas revelaciones.
¿Qué hace que una historia sea inolvidable?
Hay historias que siguen contándose a solas, años después. ¿Por qué se quedan con nosotros? No hará falta la gran trama; bastan un personaje que nos late dentro, una emoción que duele y ese eco que resuena cuando ya pensabas que estaba olvidado.
El papel de la música en la narrativa del cine
La música no acompaña la historia: la construye. Más allá de notas y acordes, es la herramienta que pone ritmo, tuberculosis emocional y significado donde no alcanza el diálogo. Desde anticipar lo que viene (como en las películas de terror) hasta dar textura al silencio, la partitura cinematográfica es uno de los narradores invisibles más poderosos que existen.