El papel de la música en la narrativa del cine

Hay películas que recordamos por una imagen. Otras, por una frase. Y después están las que se nos quedan grabadas por una melodía que aparece en el momento justo y nunca se va. La música en el cine no es un adorno: es un narrador invisible que se cuela por los oídos y nos cuenta la historia de otra manera.

En las primeras décadas del cine, cuando las películas eran mudas, un pianista o una pequeña orquesta se encargaban de poner sonido a las imágenes. No era solo para que el público no oyera el silencio: era una forma de darles emoción, de marcar el ritmo, de avisar de que algo estaba a punto de pasar. Esa función sigue viva hoy, solo que ahora está en manos de compositores que entienden que una nota puede pesar tanto como un diálogo.

La música sirve para muchas cosas en una película:

  • Crear atmósfera: un mismo plano puede ser inquietante, melancólico o eufórico según lo que suene de fondo.
  • Definir personajes: un tema musical propio (el famoso leitmotiv) puede anunciar a un personaje antes de que aparezca.
  • Anticipar o despistar: a veces la música nos prepara para lo que viene… y otras, nos engaña para que la sorpresa sea mayor.
  • Dar pausa o empuje: una escena lenta se puede volver intensa, y una rápida, más vertiginosa.

Un buen ejemplo de leitmotiv es Hedwig’s Theme, de Harry Potter y la piedra filosofal. Esa pieza, con su inicio de celesta, abre la puerta a un mundo de magia incluso antes de que veamos una sola varita. Igual de icónico, aunque en otro registro, es el silbido y la guitarra de El bueno, el feo y el malo: basta escucharlo para sentir el polvo del desierto y la tensión del duelo. Y si hablamos de tensión pura, el tán-tán de Psicosis es una clase magistral de cómo dos notas pueden ponerte los nervios de punta.

Sin embargo, la música en el cine no se limita a esos grandes momentos que todo el mundo reconoce. Hay piezas que trabajan en segundo plano, casi sin que el espectador las note, pero que son fundamentales para que la historia funcione. Hans Zimmer, por ejemplo, ha perfeccionado el arte de la música que se siente más que se escucha. En Interstellar, los órganos y las notas sostenidas no solo acompañan las imágenes: transmiten el peso del tiempo y la soledad del espacio.

Compositores que cambiaron el cine
  • John Williams: el arquitecto de la épica y la aventura. Sus temas para Star Wars, Indiana Jones, Harry Potter o Jurassic Park no son simples acompañamientos: son sellos de identidad.
  • Ennio Morricone: capaz de pasar del minimalismo de un silbido a orquestas completas con coros. En Cinema Paradiso y en sus westerns con Sergio Leone, la música es puro personaje.
  • Hans Zimmer: intensidad y capas sonoras. Desde Gladiator hasta Dune, su estilo crea mundos enteros sin necesidad de una sola palabra.
  • Bernard Herrmann: maestro de la tensión psicológica. Su colaboración con Hitchcock (Psicosis, Vértigo) sigue siendo una referencia para el suspense.

No siempre la música dice lo mismo que la imagen. El contrapunto musical es un recurso poderoso: en La naranja mecánica, Kubrick combina violencia con música clásica, generando un choque emocional que incomoda y fascina a la vez. Esa disonancia entre lo que ves y lo que oyes puede ser más efectiva que cualquier giro de guion.

Y luego está el silencio. En No Country for Old Men (No es país para viejos), la ausencia de banda sonora en escenas clave no es un descuido: es una elección narrativa. El silencio absoluto obliga al espectador a escuchar cada respiración, cada paso, y aumenta la tensión de una manera que ninguna música podría lograr. El silencio, en manos de un buen director, es la música más afilada.

También existe la música diegética, aquella que forma parte de la propia escena: la radio encendida, el piano en una esquina del bar, la orquesta de un baile. Aquí la música no solo acompaña: actúa como elemento narrativo porque también la oyen los personajes. En Casablanca, «As Time Goes By» no es solo un tema romántico; es un recordatorio constante de un pasado compartido, un hilo invisible entre Rick e Ilsa.

La música, el silencio y esos sonidos que viven dentro de la escena se combinan para construir un relato paralelo al visual. Por eso, cuando una banda sonora funciona de verdad, no la recordamos como un añadido, sino como parte inseparable de la película.

Al final, lo que hace grande a una banda sonora no es solo que acompañe la historia, sino que cuente la suya propia. Cuando salimos del cine y seguimos tarareando un tema, no es casualidad: esa música ha tejido un hilo entre la película y nuestra memoria. Y ese hilo, con suerte, dura toda la vida.

Tres bandas sonoras que son pura narrativa
  1. El bueno, el feo y el malo – Ennio Morricone
  2. Psicosis – Bernard Herrmann
  3. Harry Potter y la piedra filosofal – John Williams

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